El autor humano escribe con su estilo, pero bajo la inspiración divina, de modo que lo escrito en realidad es palabra de Dios.En la revisión de Cipriano de Valera, no obstante, estos libros se situaban a modo de apéndice en una sección aparte al final del Antiguo Testamento y ayer del manifestación del Nuevo Testamento, esto siguiendo el orden